Durante años, la producción de carne y lácteos ha sido señalada como una de las principales fuentes de impacto ambiental en el sistema alimentario global. Sin embargo, recientes investigaciones científicas están cambiando esta percepción.
Gracias a nuevas metodologías de análisis que integran factores nutricionales, el impacto ambiental real de estos productos se ha revelado considerablemente más bajo de lo estimado anteriormente, lo que obliga a replantear muchas políticas y narrativas públicas sobre sostenibilidad alimentaria.
Una nueva forma de medir: el ACV Nutricional
¿Por qué el Análisis del Ciclo de Vida tradicional no basta?
Para solucionar esto, investigadores han desarrollado el ACV Nutricional (nLCA, por sus siglas en inglés), un enfoque que combina factores ambientales con el valor nutricional completo de los alimentos. Esta métrica innovadora permite calcular cuánto contamina un alimento en función de los nutrientes que realmente aporta al ser humano, considerando aspectos como:
- Calidad de las proteínas
- Aminoácidos esenciales
- Biodisponibilidad y digestibilidad
- Micronutrientes y compuestos bioactivos
Gracias al nLCA, es posible identificar qué alimentos nutren más con menor impacto ambiental.
Resultados sorprendentes en alimentos de origen animal
Un estudio reciente, basado en la calidad de las proteínas, reveló que el impacto ambiental de la carne y los productos lácteos se redujo casi un 50 % cuando se aplica el nLCA. Por el contrario, el impacto de algunos alimentos vegetales aumentó hasta un 60 %, debido a su menor densidad nutricional y a la necesidad de consumir más cantidad para obtener los mismos nutrientes.
Este hallazgo desmonta una de las narrativas más extendidas en torno a la alimentación sostenible, al demostrar que la carne de alta calidad es más eficiente y menos contaminante de lo que se pensaba.
Estudio en Italia confirma los resultados
Comparación entre alimentos animales y vegetales
Otro trabajo publicado en Scientific Reports por investigadores italianos comparó el impacto de 15 alimentos, tanto vegetales como animales. Entre ellos se incluyeron:
- Frijoles
- Coliflor
- Carne de bovino
- Pescado
- Maíz
- Leche
- Guisantes
- Papas
- Quinoa
- Arroz
Cuando se consideró la cantidad necesaria para cubrir todos los aminoácidos esenciales para una persona de 70 kg, la carne de vacuno superó en eficiencia ambiental a muchos productos vegetales.
-Por qué algunos vegetales contaminan más de lo que creíamos
Muchos productos vegetales tienen déficits de aminoácidos esenciales, lo que obliga a consumir mayores cantidades o combinar varios tipos para alcanzar un perfil nutricional completo. Este aumento en el consumo se traduce, necesariamente, en mayor uso de recursos y emisiones, elevando el impacto ambiental.
Hacia Una Evaluación Más Realista Y Equilibrada
Más allá del CO₂: densidad de nutrientes y salud pública
Los expertos coinciden en que no basta con calcular la huella de carbono por kilogramo. Es crucial considerar la densidad nutricional y su efecto en la salud pública, incluyendo factores como la carga de enfermedades relacionadas con la alimentación. Solo así se puede diseñar una política alimentaria que sea ambientalmente justa y nutricionalmente responsable.
Consecuencias para las políticas alimentarias europeas
Muchas de las políticas agrícolas y alimentarias de la UE han adoptado una postura estricta hacia los productos de origen animal basándose en datos incompletos. La aplicación de métricas como el nLCA podría permitir una regulación más equilibrada, integrando tanto objetivos ambientales como de salud humana.
Conclusión: una nueva realidad ganadera
Los recientes hallazgos no solo desmontan mitos, sino que refuerzan el papel fundamental de la ganadería en una dieta sostenible. Lejos de ser el problema, muchos productos animales, cuando se producen de forma responsable, son parte de la solución a los retos alimentarios y climáticos. La iniciativa Somos Ganadería y la campaña #RealidadGanadera están contribuyendo a revisar estas percepciones erróneas y poner sobre la mesa datos científicos más rigurosos.
Fuente: INIA Remehue